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Lo que se me quedó en el tintero

Cuantos abrazos no dados! cuántos besos perdidos! cuántos momentos no vividos! cuántos instantes no disfrutados! Y nos pasamos la vida pensando que lo bueno está por llegar, como el que espera su tren, no siendo conscientes que la esencia de todo, que la verdadera fiesta se encuentra ya en la misma estación, en el mismo andén. De niño no nos planteábamos las cosas, las hacíamos. Sin más. Pero al crecer, nos dio por pensar que las reglas del juego cambiaron, cuando realmente quién cambió fuimos nosotros. Y dejamos de atrevernos, de saltar, de intentarlo, incluso de volar. Ya no nos permitimos bailar por la calle, cantar por el metro, sonreír sin motivo, vestir a lo retro. Ni robar besos, ni escribir cartas de amor, ni creer en la magia, ni mostrar el corazón. Ya no. ¿Por qué? Porque…¡qué dirán de mí! Pero la pregunta que quizás deberíamos hacernos es “¿qué diré yo de mí en unos años? A mí me gustaría que, el día de mañana, en mi epitafio, me hubiese ganado el derecho a poner algo así como ” Y vivió la vida que siempre quiso vivir: con alma y pasión”. Porque al final, todo aquello que no estemos dispuestos a escribir con la tinta de nuestra vida, será tinta seca, tinta marchita, tinta muerta. Por favor, no permitamos que eso ocurra. No nos dejemos nada en el tintero.